En mis viajes como chófer de James Font he presenciado conversaciones sobre todo y sobre todos. El asiento trasero de un confortable y elegante automóvil puede convertirse en un confesionario rodante. Y nuestro invitado de hoy en el Retrovisor, Javier Villamayor Caamaño, ha sido objeto y objetivo de algunas de las conversaciones y confesiones que he guardado en la memoria gracias al retrovisor, en este caso, interior.
Javier Villamayor llegó con la aureola de ser un superdotado político, clarividente, gestor imperturbable y con dominio de los espacios que se generan en el debate de las ideas. Uno de aquellos JASP que tantas olas de aspiraciones políticas levantaron en su día en las playas nicaragüenses del PSC. Pero las olas, todas, mueren contra las rocas o se desvanecen en la arena.
Villamayor fue ungido sucesor de Ballesteros sin bajarse del autocar. Llegó, vió, venció y decepcionó (eso digo yo). Y a quien primero decepcionó fue al propio alcalde. Decepción inconfesable, decepción ocultada bajo la delegación permanente de altas responsabilidades. Y es que Javier Villamayor nunca debió abandonar la Diputación y el entorno universitario. Su espíritu es académico, no político.
Ha tenido varios encargos y algunos secretillos. Fue el encargado de acaramelar a Victoria Forns para su acercamiento político a Ballesteros, hacerse el compi de Floria para vigilarla de cerca, maniobrar con Gustavo Cuadrado para arrinconar a Xavier Tarrés. Pero sin duda su mayor reto ha sido ponerse al frente del Comité Organizador de los Juegos Mediterráneos sustituyendo al polémico Mario Rigau. Un cambio similar al de sustituir un tiburón blanco por “Flipper”.
La lista de decepciones y fracasos de Villamayor es suficiente para justificar el título de la crónica de hoy: no se ha hecho con un espacio de control y mando dentro del PSC; ha querido estar a bien con todos y ha acabado no teniendo avaladores; creo que el alcalde se ha cansado de esperarle en primera línea del frente de batalla político; ha rehuido el cuerpo a cuerpo en contraste con la teniente O’Neill Floria; ha fracasado estrepitosamente en la dirección de Tarragona 2017 y, finalmente, ha confundido desde el minuto 1 la vida palaciega del consistorio llena de selfies, ruedas de prensa y powerpoints, con la vida política real extramuros.
Josep Felix Ballesteros puede caer por el caso Inipro (esperemos que no!!!) y dejará huérfano al PSC. No hay relevo. Como no lo hubo cuando se fue Joan Miquel Nadal. Villamayor podria acabar siendo un “villamenor”. Ha pasado, dicen entre bambalinas, de ‘delfin’ a ‘Capitán Sardina’. Y ha acabado así, en buena parte, por la sobreprotección que le ha procurado Ballesteros y por el nulo espíritu aventurero del propio Villamayor.
Sin ser almas gemelas, Aregio y Villamayor comparten bastantes puntos biográficos como sucesores in péctore de sus alcaldes. Ya sabemos lo nefasto de Joan Aregio para CDC cuyo partido todavía hoy paga aquel error. Veremos qué hacen en Ramón y Cajal para no repetir los mismos errores.
¿Quiénes pretenden disputarse la herencia electoral de Ballesteros? Fundamentalmente Alejandro Fernández y Rubén Viñuales. De ellos hablaré en la próxima crónica.
Hasta pronto!!!
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Miquel
29 Febrer, 2016 at 7:22 am
Comparar Aregio amb Villamayor és de riure: un gran gestor amb un perfecte incompetent.
Lo de Tarragona és una història de terror. Un alcalde del que només es pot dir que es bon nano, rodejat d’incompetents com en Villamenor o simplement ridícols com la Floria. I tot aquest empastre preparant l’arribada dels anticatalans del PP i Ciudadanos. Tarraco quanta fuit! I que fugi qui pugui!!!
Moneypenny
29 Febrer, 2016 at 3:08 pm
De momento la sección ha empezado semanal por lo que veo… Claro… Con la manduca que hubo, hay y habrá…
Ánimo!!!
Last time
29 Febrer, 2016 at 4:49 pm
A Tarragona no es fa periodisme atrevit com el del Retrovisor. M’agrada, sobre tot, per que dona canya a parts iguals a tots els partits. Volem meeeeeeeeees!
Nodriza
29 Febrer, 2016 at 6:30 pm
Es muy fuerte que este chofer diga las verdades del psc mientras en sus asambleas todo son sonrisas hipocritas.