En la sala de actos (¿indecorosos?) del Ayuntamiento de Tarragona y convocados por el despampanante conseller de Estrategias de Ciudad 4-3-3 o 4-4-2, un grupo de (¿grandes?) estrategas de ciudad, todos ellos estratégicamente sentados en torno a una mesa con la estrategia servida en caliente, sin camareros, ahí es nada. También estaban los de la URV que son como el perejil de Argüiñano: van bien con todo. ¿Y qué hacían dichas señorías sentados a la mesa del anfitrión Don Alejandro Fernández? Pues hablar de la Marca Tarragona. Algunos funcionarios municipales, siempre ellos tan malpensados y maledicentes, se desternillaban por los rincones de la casa consistorial pensando que, a lo sumo, alguno de ellos habría leído por la mañana el Marca, que sería lo más cerca que habrían estado de la Marca Tarragona. Ya ven en qué pierden el tiempo estos trabajadores de lo público mientras sus esforzados y afanados representantes se devanan los sesos para elevar a los cielos la marca de ciudad, ¿o quizás sea al revés?
Pero Alejandro ya no es lo que era. Se le ve azorado, acorralado por las circunstancias las más de las veces. Y es que no gana para disgustos con sus socios sociatas. El político popular había preparado el arranque de su proyecto de Marca con minuciosidad y ¡zasca!, van los de los juegos y le arruinan la jugada. El anuncio del proyecto Marca Tarragona ha pasado sin pena ni gloria y con una perdigonada en el ala antes de saltar del nido para volar: ¿quién va a creer en una ciudad como marca si el evento más importante que ha organizado desde las carreras de cuadrigas romanas se hunde como el Titanic? Y ya puestos, ¿quién se fiará de una ciudad que maltrata uno de sus mejores patrimonios histórico-religiosos como la Necrópolis?
El problema de fondo, o sea, lo que Alejandro intenta disimular con cal viva popular, es el insoportable olor a putrefacción y descomposición del ballesterismo. Lo que ha perdido toda credibilidad no es la ciudad, si no el gobierno del PSC, con Josep Félix Ballesteros y su equipo trapisonda. El argumento de que la estabilidad en el consistorio está por encima de los intereses de partido es tan absurdo, tan peregrino, tan y tan falaz, que da risa de lágrimas.
Pero no se puede esconder que la ciudad está enfermiza. Cualquier persona mínimamente inteligente se daría de bruces con la realidad inmisericorde de que los Juegos del 2017 son un fiasco. Solamente un club ha tenido las agallas de plantar cara y decir que ya está bien de tomar el pelo: el Tenis Tarragona. El resto callan cobarde y lacayunamente. Por ejemplo, ¿por qué el CBT no puso el grito en el cielo cuando se anunció que no habría competición de baloncesto en Tarragona? ¿quizás porque el Comité Organizador tiene en nómina a de sus influyentes? ¿por qué el Nàstic no dijo ni mu cuando se anunció que la final de la competición futbolera de los Juegos se iba a Reus? ¿por qué el Natació Tarraco no se sumó a la reciente propuesta del ex casi todo Mario Rigau para que se renunciase a la piscina olímpica y se apostase por las instalaciones del veterano club? Y los sumisos socios de esos clubes, ¿qué les pasa? ¿están zombis?
El chófer de James Font ya dijo en otro artículo que el deporte no me gusta, entre otras cosas, porque me hace sudar y sufrir, cuando todos sabemos que se puede sudar de otra manera, disfrutando. Ya me entienden. O sea, que los Juegos no me dicen ni fu ni fa. O sea que me la suda. Pero desde la perspectiva de ciudad resulta indignante que ante el disparate que estamos viviendo nadie diga nada. Se acepta con sonrisa bobalicona que pulpo es animal de compañía y que Tarracus es simpático. Lo del Tarracajorrani ya era grotesco, pero lo de Tarracus es peor que el Chuqui. La avellana tenía sentido, era original y con denominación de origen, lo había creado un niño, lo habían votado. Lo del creativo rediseño de Tarracus no tiene personalidad, ni sentimiento. Es un simple aglomerado de símbolos sin conexión ni alma. Tarracus se ha comido a la gamba. Ha sido un acto de canibalismo simbólico. Y también es una metáfora: el ya indescifrable e indescriptible ballesterismo ha fagocitado la gamba popular de Alejandro en poco más de 100 días.
Me he tomado la molestia de consultar hemeroteca, hablar con entendidos y sacar mis propias conclusiones acerca del tema 2017. Por ejemplo, el anuncio apocalíptico del Comité Olímpico Español de esta semana. Demos un breve repaso al asunto.
¿Cómo es posible que ante una situación de tal gravedad el anuncio lo haga el COE unilateralmente y salga inmediatamente Ballesteros a hacer de bombero improvisado? ¿Qué medidas ha anunciado el alcalde para que podamos darle si quiera una microscópica prórroga de credibilidad? ¿Desde cuándo se sabía que esta situación era de UCI? ¿Hace dos días?
Digo hace dos días porque unas pocas jornadas atrás se organizó una mesa cuadrada con patrocinadores para que explicasen la morrocotuda suerte que teníamos los tarraconenses con los malditos Juegos.
También se recibió con todo tipo de honores al rey Felipe VI para que diese la bendición a Tarracus, la mascota. Pero nadie pone el grito en el cielo. A tragar ruedas de molino que buenas tragaderas tenemos por estos lares.
Voy más allá. ¿Qué clase de prebendas deben estar recibiendo los señores y las señoras del Comité Olímpico Internacional para que sigan afirmando la excelencia organizativa de nuestro ayuntamiento cuando hasta su Comité español dice que todo es un desastre? ¡Pero si estuvieron aquí hace pocas semanas y siguieron diciendo que iban a ser unos Juegos maravillosos! ¿Dónde está el secreto? ¿Qué clase de birlibirloque se traen entre manos los vips olímpicos mediterráneos?
He estudiado las declaraciones y anuncios realizados hasta ahora por los protagonistas de esta historia. He tirado de hemeroteca. Y desde mi ignorancia en estos asuntos – aunque menos que la ignorancia de Albert Abelló –, he descubierto que las cuentas no cuadran. Víctor Sánchez, secretario general del COE y vicepresidente del Comité Organizador y reconocido dirigente olímpico, desvela en la asamblea del COE que el déficit de presupuesto operativo es de 9 millones de euros.
Yo no sabía a qué se refería con eso de presupuesto operativo y lo pregunté (me tuve que tragar un gordo y asqueroso sapo, pero lo pregunté). Y resulta que una cosa es el presupuesto para infraestructuras deportivas (presupuesto de inversiones) y otra cosa es el presupuesto operativo, el del money contante y sonante que permite costear la parte logística, promocional, recursos humanos, compras, alquileres, las botellas de güisqui para los vips y ese tipo de gastos imprescindibles. Pues bien, Sánchez dijo 9 millones de desfase operativo. Al día siguiente el presidente del COE – el que quiso ponerle letra al himno español – lo elevó a 14 millones. Pero lo que anunció el desconcertado y desconcertante Javier Villamayor en su día fue que el presupuesto operativo sería de 28 millones y hasta ahora llevan recaudados por patrocinios unos 8 millones. O sea, que en eso también amagan: en verdad que son 20 millones, 20 MILLONES, de déficit en el presupuesto operativo. En la caja olímpica de Ballesteros hay un vacío que requiere 20 kilos para llenarse. Ingeniería financiera olímpica. Y todo esto sin que nadie, nadie, nadie, nadie, nadie, nadie, haya pedido una sola auditoría. Curioso, bochornoso, capcioso, soso.
Pero volvamos con Alejandro. Mi amigo Alejandro. Ese animal político e de raza. Sus socios ponen en la picota a su compañero popular Miguel Cardenal y él, Alejandro, mirando las nubes pasar o sacando a pasear la gamba o soñando sesudas estrategias que se cotizan menos en el mercado intelectual que las colecciones de Marcial Lafuente. ¿Nuestro Alejandro no sabe lo que quiere decir “cerrar filas”? ¿Cierra filas con sus zascandiles socios de gobierno municipal y deja tirado a su tocayo Sr. Cardenal? En el fondo Ballesteros esgrime el mismo discurso zafio que los independentistas: la culpa es del Estado, es de Madrid. ¿A ese discurso no debe oponerse con rotundidad Alejandro? ¿No debería haber puesto en cuestión el pacto de gobierno? ¿No debería exigir a Ballesteros que asuma una parte importante de responsabilidades por la desastrosa gestión que ha hecho del tema Juegos desde los orígenes? ¿Qué le pasa a todopoderoso Alejandro para que ante la hecatombe olímpica no se le ocurra otra cosa que anunciar el inicio de trabajos para la Marca Tarragona? ¿Es que acaso piensa incorporar la ruina de los Juegos al resto de ruinas del patrimonio histórico?
¿Y la oposición? He utilizado lupa, telescopio, microscopio, catalejo, monóculo, gafas graduadas, lentes de contacto, binoculares, prismáticos, brújula, astrolabio, mapas, google, y no he conseguido encontrarla. No hay oposición. La sala de plenos es como un museo de cera, parece que se van a mover de reales que son, pero no se mueven. Suerte de la CUP e algo de Arga Sentís.
Ante el mayor de los ridículos internacionales, ante el desgarrador descrédito al que puede verse sometida la otrora imperial Tarragona, ante la inconmensurable incompetencia de nuestros gobernantes, la oposición hace macramé.
Me agota sobremanera tener que elevar la voz de la cruda realidad cada lunes. Me aburre que nunca pase nada en esta ciudad, aunque se nos desmorone el futuro encima. Me decepciona y entristece tanta mediocridad y mezquindad. Por eso les anuncio que se acaba, de momento, El Retrovisor.
Me voy… pero no me voy lejos para desgracia y castigo de los inútiles. Volveré con otro formato, porque, aunque esté hasta las mazmorras genéticas de tanto adocenamiento político local, los miles de seguidores que me leen cada semana son mi energía vital, mi argumento básico, mi chute intelectual.
Volveré para seguir como azote de los papanatismos. Volveré con TOMATES Y CLAVELES.
HASTA PRONTO COLEGAS Y RECUERDEN QUE, PASE LO QUE PASE, SIEMPRE HAY UN RETROVISOR O GENTE CON GANAS DE HABLAR…