FLORIANOS CONTRA VILLANOS:  LA GUERRA FRÍA DEL POSTBALLESTERISMO

A Begoña Floria se le aparecieron las tres brujas de Macbeth hace tiempo. Mientras Ballesteros -su rey Duncan-, premia y reconoce la gallardía de Floria en la batalla política, ese reconocimiento alimenta la boca de la ambición en ella. Todo lo que hace y dice y todo lo que no hace y no dice Floria persigue el único objetivo de ser la capitana del barco socialista en las elecciones municipales de 2019. Y tiene Begoña Floria su hueste de seguidores a los que llamaremos “florianos”.

Javier Villamayor es el valido del alcalde. Nunca tuvo que esforzarse por alcanzar un lugar preminente en la corte municipal como sí tuvo que hacer esforzadamente Floria. Él, Villamayor, fue ungido como sucesor virtual -que no virtuoso- del magno Ballesteros y, ahora, se presta en alma a su mentor. Villamayor representa el glamour aristócrata que no toma el poder, sino que lo hereda graciosamente. Y como Floria, él también tiene su séquito de seguidores a los que llamaremos “villanos”, por no alargarlo demasiado con un villamayorianos.

Y así, de esta guisa, florianos y villanos abrieron hostilidades maquiavélicas al día siguiente de las últimas elecciones municipales, con un Ballesteros ejerciendo de monarca observador de la lid desde su privilegiado palco. No se trata de un enfrentamiento a campo abierto; más bien hablaríamos de una guerra fría, silenciosa, larvada, subterránea, bajo mesa, pero irreconciliable.

En el bando floriano se alinean buena parte de los siervos y artesanos munícipes de tendencia socialista, aquellos que ven en Begoña Floria la fuerza de la persistencia y la obstinación. Son personas a las que les gusta sentirse acaudilladas. Luego están los prebostes florianos: ya sean veteranos barones como Burgasé, Sabater y Fuster, amazonas como Rocío León, poderes fácticos del doble juego y el contraespionaje tal que Joan Ruiz e incluso jóvenes de museo de las JSC. Con mayor o menor entusiasmo, ya sea como premio o mal menor, todos los mencionados asisten directa o secretamente a la causa floriana.

Al otro lado, los villanos alinean en sus filas a gentes de peso en la corte consistorial: técnicos de nivel como Díez (Smhausa) y Cañete (EMT), pretorianos de Ballesteros como Bonet o el “houdini” financiero municipal Pau Pérez, y algunos, a ratos prestados, como el ya mencionado Joan Ruíz. Todos ellos con rango, orlados, habilidosos, y aunque parecen menos aguerridos que los florianos, son más listos y con mayores recursos. Manejan mucho mejor el arte de la seducción y a eso se dedican desde un tiempo hacia aquí, por ejemplo, con Ivana Martínez.

Luego tenemos algún verso suelto como Carlos Castillo, que tiene alma de Lancelott y menos estrategia que Winnie de Po. Pretende todavía ser tercero en discordia, pero no acumula ni seguidores ni arsenal. Se acerca a los villanos por la mano tendida de Pau Pérez y se aleja de ellos a causa del drama personal de sentirse apartado por Villamayor y malquerido por Ballesteros. Entre los florianos se siente más cómodo, pero Castillo sabe que la capitana Floria lo pasaría por la tabla al más mínimo devaneo con el enemigo. Y devanear es una app que ya le viene de serie a Castillo.

No menos curioso es el caso de Ana Santos. Ya les puedo asegurar que en lo tocante a la alcaldía e incluso a la próxima lista electoral de las municipales, la Santos se quedará para vestir santos, aunque por el momento flirtea con ambos bandos, escorándose hacia los florianos.

Y finalmente encontramos a Ballesteros, paseante diurno del palacio consistorial y, por ejemplo, más despistado que una princesa en el Bronx en lo tocante a los dilemas del PSC y del PSOE; debería preocuparle a Ballesteros que en los sangrantes conflictos que vive el partido su “posición” tenga un peso mini mosca.  Pero preocupaciones no le faltan al alcalde, y ocupaciones le sobran porque le agobian. Con evidentes signos de agotamiento vocacional y en permanente angustia olímpica y judicial, el alcalde prefiere mantenerse “falsamente equidistante” entre florianos y villanos. Parte de su destino como alcalde y como alcaldable en 2019 lo decide él mismo y parte lo decidirán un juez de Tarragona y unos señores de negro, o, mejor dicho, de chándal negro, que viven en el monte Olimpo. Él, Ballesteros, ante todo eso, se cubre con su último escudo: una sonrisa mil veces forzada que pretende transmitir serenidad.

¿Por qué he dicho antes “falsamente equidistante”? Porque Ballesteros quiere unos añitos más de navegación política recreativa hasta alcanzar las playas de una tranquila jubilación y Floria tiene prisa, mientras que Villamayor no. Y las prisas siempre han abrumado a Ballesteros.

Floria se ha preparado a conciencia durante mucho tiempo para ser alcaldable y ya le cuesta disimular su ansiedad. Que Ballesteros tuviese que abandonar su reinado por motivos insalvables sería una tragedia y a la vez su oportunidad y eso plantea a Floria el debate interior macbethiano con el que iniciamos este serial.

Villamayor es un cortesano. Su estrategia es estar en el momento y lugar adecuados y mostrar sin demostrar. Su plan es inverso al de Floria. A él le interesa que Ballesteros aguante hasta más allá del año 2019 y, a mitad del próximo mandato, recibir el bastón de mando por herencia y sin lidiar por él.  Pero se adivinan demasiados imponderables para que el plan villano salga exitoso y ahí radica su debilidad: Villamayor tiene un power point mental que se puede estrellar contra la dura realidad y sus empecinados contratiempos.

Florianos y villanos mantienen una permanente campaña de reclutamiento de adeptos y, como no, de información que les sirva para castigar el hígado de su oponente. ¿Y los socios de gobierno? Los alejandristas juegan claramente a favor del bando villano. Y digo bien, alejandristas, porque se afanó Alejandro Fernández a disponer un grupo municipal hecho a su medida. Ya hablaremos algún día de eso y de la mutación personalista del PP en Tarragona.

Pero las buenas historias, tanto las shakesperianas, las caballerescas como las marineras, son más interesantes si tienen giros inesperados en la narración que desbaraten los planes de sus protagonistas. La vida es mucho más tragedia griega de lo que nos gustaría porque los dioses también juegan su partida. Y en esta saga entre florianos y villanos, sin que ellos lo puedan atisbar, algunos ya están tramando un desenlace alternativo e inextricable para esta pugna. Si quieren saber más sobre esta historia, permanezcan atentos a esta nueva sección: “El Fisgón”.

Queridos lectores y lectoras, vivan felices su semana y sepan que El Fisgón les está observando.

Nos vemos el lunes y espero que nadie se moleste. 

Saludos