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Abolir el género. Ese es el principal objetivo del feminismo en cada 8M. Y es así porque si se termina con el rol que tradicionalmente se le ha impuesto a las mujeres en la sociedad, de alguna manera también se acaban las desigualdades. Si bien esta es la meta del movimiento feminista, a priori se alcanzará a base de educación, algo que -entre otras cosas- requiere tiempo. Por eso también se reivindica una equiparación real de salarios entre sexos, algo en lo que ha ayudado la reforma laboral al subir el salario mínimo interprofesional.
Dentro de este 8M también surge el debate de la abolición de la prostitución. Por un lado, se entiende que si una mujer vende su cuerpo -aunque sea legalmente- siempre se estará subyugando al hombre. Además, también se da por hecho que la mayoría de personas que ejercen la prostitución lo hacen por necesidad. Sin embargo, otra corriente feminista ve con buenos ojos la legalización y regulación de este ‘oficio’, ya que sería una forma de garantizar la seguridad de las prostitutas.
Dentro de este debate feminista también surgen temas como la ley del ‘Solo sí es sí’ o la ley ‘Trans’, ambas muy criticadas dentro del colectivo por sus carencias y su banalización de la mujer. Esta última legislación permitió la autodeterminación de género a partir de los 14 años, y prohibió las terapias de conversión en todo el territorio nacional. El hecho de que un hombre, que según la teoría feminista es el privilegiado de la sociedad, pueda decidir que es una mujer -y por tanto rebajar su condición de privilegiado- no ha sentado nada bien en la agenda feminista.
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