REDACCIÓ31 Octubre, 2016
Una famosa canción ochentera de Radio Futura cantaba la siguiente estrofa: “Te veo bailar con pegatinas en el culo y mueves con tu ritmo la cara de tus fans”. Alejandro Fernández Álvarez, burgomaestre de Tarragona, hace bailar a sus fans… y ha practicado la trepanación del Partido Popular en su ciudad y más allá. Ya avanzamos hace algunas entregas que hablaríamos de este tema y… “voilà”.
Desde que se auto tuneó Alianza Popular en Partido Popular, esta formación ha ido escalonando resultados más que aceptables en Tarragona ciudad. Hagamos algo de memoria, eso que tan poco gusta a casi todos los políticos.
El propio Alejandro Fernández ha alimentado la sensación de que él, especialmente él, ha llevado el PP a cotas electorales admirables, a excepción de los resultados de 2015 que le dejaron bastante tocado. Pero las estadísticas no nos dicen eso. Desde que Alejandro Fernández lidera el Partido Popular en la ciudad esta formación ha acumulado un total de poco más de 22.000 votos si sumamos las elecciones municipales de 2015, 2011 y 2007, que son las que él apareció como alcaldable. Pero el periodo anterior, que iría de 2003 hasta 1995, el PP sumó un total de más de 26.000 votos. ¿Le arrancamos una pegatina a Alejandro?
Otro de los espejismos que ha trabajado a fondo Alejandro Fernández es que su perfil responde a una llamada por la renovación y el rejuvenecimiento de su formación política. Pero él accedió a su primera presencia consistorial cuando Jose María Aznar era presidente de España y Jordi Pujol honorable de la Generalitat.
Ha llovido mucho desde entonces, han pasado muchos otoños, y aunque llegó muy joven al cargo de concejal, no puede negarse que 13 años calentando asiento consistorial hacen callo. Y si las cosas le van según sus cálculos, con total seguridad llegará a las próximas elecciones municipales con 16 anualidades como regidor. ¿Otra pegatina?
Alejandro Fernández optó desde un principio por ser un joven en el PP más que un líder aventajado en Nuevas Generaciones. De hecho, el huevo ideológico de Alejandro Fernández se incubó, más que en otro lugar, en el nido de la FAES, la Fundación de Aznar. De tal guisa que podríamos colegir que en el joven Alejandro ya dominaba el alma de la política veterana. O sea, que Alejandro Fernández enarbola la bandera de la novedad siendo ésta más estética que real. ¿Estiramos de otra pegatina?
Pero todo lo relatado con anterioridad solamente sirve de estancia recibidor para llegar a salas más reservadas del piso popular. El meollo del asunto es la trepanación que Alejandro Fernández ha practicado sobre la masa cráneo-encefálica de su Partido.
El PP de Tarragona siempre se distinguió por la convivencia, en su seno, de diferentes familias o tendencias políticas que, tradicionalmente, lavaban sus trapos sucios dentro y se mostraban unidos ante los electores. Pero los resultados del Partido Popular en la ciudad, en aquella época, eran el resultado global de la suma de acciones individuales y colectivas. Podían producirse cambios o conflictos en el seno de la formación y aun así sabían conservar su suelo electoral y social.
La acción perpetrada por Alejandro Fernández ha sido la aniquilación de las familias del Partido Popular alineando la militancia en el seguidismo a su persona y su liderazgo. Cosa buena para él, aunque dudosamente productiva para su formación a medio y largo plazo electoral. La ausencia de debate crítico en el seno de los populares puede pasar factura cuando se apague o se aleje de Tarragona la estrella política de Alejandro Fernández.
Ya no se valoran los tiempos en que las voces discrepantes de Maria Mercé Martorell, Emili Mateu, Esteve Ortiz, Luis Pagés, Judith Heras, Joan Vallvé -por nombrar concejales que en algún momento plantearon posiciones cotangentes-, se escuchaban, rebatían, aprobaban o consensuaban. Ahora, en el PP de Tarragona, cotizan al alza la lealtad acrítica, el enrolamiento con el jefe y la vigilancia punitiva de la disidencia. La estrofa de Radio Futura cobra vigencia ¿Seguimos arrancando pegatinas del culo político de Alejandro?
Son significativos quienes dudan razonablemente de que el pacto tripartito que gobierna la ciudad sea lo mejor para el PP a medio plazo, pero no se ha oído ni una sola voz disidente, ni tan si quiera que exprese dudas abiertas sobre la mesa interna del Partido. Todo muy a la búlgara. Alejandro, más que militantes, prefiere fans de él, de su personaje político, resultado naif de Ale, Alejandro, la marca de Coca-cola, la gamba y un aire retro a lo Warhol.
Bien es cierto que Alejandro Fernández tuvo que elegir entre confundirse en una mezcolanza opositora o asumir un extraño papel junto al alcalde. La medida de su presencia en los medios fue el elemento que horneó la decisión de Alejandro Fernández.
De momento, su apuesta no parece que le esté rentando ni política ni electoralmente. Rifirrafes internos entre los componentes del gobierno municipal -aunque silenciados- y la asociación de imágenes en una sola estampa de familia, bajo el patriarcado de Ballesteros, resultan inconvenientes para la estrategia de Alejandro Fernández, que además está vigilado por los ninjas albiolistas.
El discurso fresco, libre y dinámico al que siempre nos tuvo acostumbrados Alejandro Fernández se ve cada vez más acogotado por su pertenencia a un retrato de familia en el que aparece siempre como centro de perspectiva el alcalde Ballesteros. Las ataduras pueden estrangular.
No se puede negar que durante la legislatura tripartita Alejandro Fernández tendrá algunos escenarios y focos políticos y mediáticos solamente para él, pero nadie que evalúe objetivamente la situación avalará la versión optimista de que la ciudad, los barrios, los sectores, aprecian y distinguen entre la gestión de los diferentes componentes del gobierno tripartito.
El Partido Popular, por la decisión de Alejandro Fernández, lo apuesta todo a una baza, pero esa baza no la juega él, si no el alcalde y su equipo de gobierno.
Por primera vez en mucho tiempo, el PP no es dueño de ninguna estrategia ni de su propio perfil. Cierto que en anteriores legislaturas gobernaron junto a CiU y Joan Miquel Nadal, pero entonces el PP mantuvo inteligentemente un perfil propio y, más importante todavía, vida intelectual interna y coral.
Decidan ustedes, queridos lectores y lectoras, si dejamos sin arrancar alguna pegatina del culo de Alejandro o no.
Disfruten de castañas, boniatos y panellets y honren a sus difuntos, que yo me encargo de vigilar a los vivos. Nos vemos el próximo lunes y no se olviden de saludarme en la gala que este digital celebra este jueves 3 de noviembre en el Pòsit del Serrallo.
