En 1957 se estrenó El increíble hombre menguante del director Jack Arnold; una ingeniosa película de ciencia ficción de serie B que acabó siendo una peli de culto. El argumento del film propone un hombre que se ve afectado por una extraña nube radioactiva que le produce una paulatina reducción de su tamaño físico. Lo que antes eran animalitos inofensivos se convierten en monstruos: primero su minino doméstico y luego una arañita que habita el sótano de su casa, por poner dos ejemplos. Finalmente, el protagonista entra a formar parte del submundo microscópico.
En Tarragona una extraña afección afectó a Convergencia al final de la etapa Nadal y ha ido empequeñeciendo el partido hasta llevarlo a la dimensión microscópica actual. Y no tanto porque solamente tenga dos regidores (Albert Abelló y Cristina Guzmán) – de los que ya hablaremos más adelante –, sino porque los convergentes han pasado, en pocos años, de ejercer un poder omnipresente en la ciudad a que su relevancia política sea prácticamente irrisoria.
De la misma forma en que el protagonista de la película Scott Garey (Grant Williams) iba pasando por diferentes fases en su empequeñecimiento, lo mismo mismamente, ha ido sucediendo con Convergencia. Primero fue el propio Joan Miquel Nadal, con la pérdida de su jefe de guardia Ángel Fernández, el que vio reducida su talla política. Luego apareció Joan Aregio y su inefable ni saber ser ni saber estar, atrapado entre sus dudas y la sombra nadalista. Después llegó Victòria Forns, genialmente interpretada por Victòria Forns. Ella sola se bastó para un monólogo matrix que nadie entendió, ni siquiera los suyos. Y finalmente Albert Abelló, que nos obsequió generosamente con una campaña que ni Ozores la hubiese imaginado mejor.
Los caprichosos resultados electorales, que siempre permiten más interpretaciones que las estatuas de la isla de Pascua, en el caso de Tarragona no dejan lugar a dudas: los convergentes han pasado de 13 concejales en sus tiempos gloriosos a tener “la parejita” en estos lacónicos tiempos. Y como en la película referida, lo que antes hubiese sido un pequeño percance se convierte ahora en un monstruo y un cataclismo, como en el caso de Prats el pactero.
Una parte de la nube radioactiva la provocó a nivel nacional la propia CDC, abandonando su papel original para interpretar otro en la interminable y empalagosa serie Vacaciones en el Mar (curiosamente también dirigida por Jack Arnold), bajo la adaptación catalana Vacaciones en el Mar del Prusés.
Pero el reparto tarraconense ha ejercido el papel protagonista y con sobreactuación. Mucho atrezzo, muchos extras, pero muy poca dirección y un guion infumable. Y así llegamos al today: dos personajes en la escena local, Albert Abelló y Jordi Sendra. Son como los Gregory Peck y Charlon Heston de Horizontes de grandeza, pero en versión tragicómica a lo Alberto Sordi. Se ignoran, se ningunean, casi ni se soportan, siempre rivalizando en no pintar ni una mona, multiplicándose por cero a diario. Nunca pudimos imaginar una Convergencia tan pésimamente representada en el consistorio y ante la comunidad política territorial…, pero CDC sigue de Vacaciones en el Mar del Prusés.
A Abelló ya hace semanas que los “suyos” más cercanos le buscan recambio. Están con lo del guion, pues deben sacar al personaje de la serie y no saben muy bien cómo, pero lo quieren sacar. Es candoroso observar como Abelló, en toda su estatura física, contiene tan poca fibra política de raza. No se entera, mientras otro Nadal acecha.
Y luego está Jordi Sendra: un auténtico líder, con mando en plaza, con criterio propio y un gran reconocimiento en la dirección nacional. ¿Cómo qué no? Ah, esperen. Que no encontraron a nadie para interpretar ese papel. ¿Entonces? Cambiaron el guion. Ahora la cosa va de Aquí no hay quien viva, con un presidente de comunidad de vecinos tan “jefe” él.
Formaciones políticas del consistorio en clara decadencia parecen fuerzas desatadas de la naturaleza ante la insignificancia política de los convergentes actuales. En la película original el protagonista nada puede hacer para evitar su viaje al nanomundo. Veremos si los convergentes saben darle un giro al guion y cambiar el final. A la ciudad no le vendría nada mal.