19. Abril 2024

Arxius de Mauritania | Diari La República Checa

REDACCIÓ29 Gener, 2021

Muchas son las historias de niños españoles – con padres republicanos – que fueron enviados a la URSS al estallar la Guerra Civil. Este tipo de acciones han sido llevadas a cabo muchas veces durante infinidad de conflictos. Maghlaha Dlimi y Mohamed Cherif han sido testigos directos de los malos tratos del Frente Polisario, una milicia armada que reclama “la libertad e independencia” de una zona del Sáhara, un territorio bajo soberanía marroquí.

Dlimi y Cherif (a su izquierda)

El conflicto lleva más de 40 años activo, dejando en el camino testimonios como los de Maghlaha y Mohamed.

De bien pequeños, ambos fueron llevados desde Dakhla hasta Tinduf, territorio argelino dónde se ubican los campamentos del Frente Polisario. No recuerdan si fue por la voluntad de sus padres, aunque sospechan que no. Ellos mismos aseguran que la milicia “engaña” u “obliga” a las personas para conseguir adeptos para sus fechorías. Lo mismo ocurrió cuando los dos fueron enviados a Cuba con tan solo 8 años y sin el consentimiento de sus padres.

Campamento de Tinduf

Según explica Maghlaha, fue un barco soviético el que durante 15 días surcó el Atlántico para llevarlos a La Habana. En Cuba pasarían el resto de su infancia y adolescencia, siendo víctimas de la “propaganda” del Polisario. Ambos recuerdan cómo se les discriminaba llamándoles “contrarrevolucionarios”, algo que un niño apenas podía entender. Maghlaha estudió magisterio, graduándose en 1991 y volviendo por aquellos años a Tinduf.

Al volver, pudo ser testigo de cómo encarcelaban a Mohamed por intentar escapar de los campamentos. Ambos relatan la dura vida que llevaban, pues todo el mundo debía trabajar sin descanso y sin recompensa. El que intentaba huir de aquel escenario era castigado con severidad, aplicándole duras palizas y un encarcelamiento.

El zulo de Ortega Lara

“Lo del Polisario es una estructura como la de Corea del Norte”, expresaba Mohamed en un encuentro con el presidente del Observatori del Drets Humans de Catalunya. Irónicamente, Mohamed comparaba el zulo de José Antonio Ortega Lara – secuestrado por ETA – con el suyo, cualificando el primero cómo un “hotel”.

Maghlaha se reencontraría con sus padres, aunque por un muy breve período de tiempo. En 1994, huyen a Dakhla  – su ciudad natal – a través de la frontera con Mauritania. Ella explica que todo se debía planificar con la más estricta discreción, pues si “la policía política se enteraba de tus intenciones te encarcelaban”. Maghlaha terminaría dando clases de castellano en el campamento, junto con su hija enferma y lejos de su marido, un representante del Frente Polisario en el País Vasco. En 2004, la mala salud de su hija obliga a Maghlaha a viajar a España para poder tratarla como es debido, pero no fue un camino fácil.

Maghlaha Dlimi

En Argelia se le denegó el pasaporte para poder viajar, pese a que su marido era parte del movimiento revolucionario. Fue en Mauritania dónde se le concedió dicho documento. A causa de su viaje a España pudo volver a su querida Dakhla, dónde “gracias a Dios” sus padres están enterrados.

Tanto Maghlaha como Mohamed han podido volver a su amada tierra natal, y son un testimonio fehaciente de la violencia y crudeza que se vive en los campamentos de Tinduf. Sea como sea, ambos están agradecidos de volver a vivir en Dakhla.

Ellos explican que Marruecos ya ha indemnizado a los encarcelados por el conflicto del Sáhara, tanto a los de lado de Tinduf como a los del lado marroquí. “Aquí hay una reconciliación nacional”, explicaba Mohamed.

Sea como sea, la historia se repitió en España en 1936, volvió a suceder en Tinduf en los años 80, y sigue ocurriendo actualmente en muchos países. Dejemos a los niños ser simplemente eso, niños, alejados de toda esa violencia y propaganda que corrompe la inocencia de la infancia de aquellos que nos tienen que gobernar mañana.

Alex RIBA
Enviado especial a Dakhla

V Í D E O S

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REDACCIÓ28 Gener, 2021
Guerguerat-1280x720.jpg

Tercer día en Dakhla, sur de Marruecos. Hoy era el momento en que la delegación española y mexicana, acompañados por el vicepresidente de la Asociación Marroquina por la comunicación, el desarrollo socioeconómico y incitación a la inversión, nos dirigiríamos al puesto fronterizo de Guerguerat. Se trata de un punto caliente del conflicto del Sáhara, pues entre octubre y noviembre, el Frente Polisario bloqueó la entrada y salida del  transporte de mercancías, ocasionando una tensión resuelta a las bravas. Aunque el ejército marroquí disparase, el objetivo era ahuyentar a los integrantes del bloqueo, por lo que nadie resultó herido. Allí nos dirigíamos, a la frontera entre el sur de Marruecos y Mauritania.

Para llegar al destino nos esperaban unos 450 kilómetros que se hicieron más amenos en compañía de las majestuosas vistas, las cuales gozaban de buenas dunas y caminos entre rocas enormes.

Al llegar al lugar en cuestión, se podía palpar la calma tras la tormenta. El puesto fronterizo ya había recuperado la normalidad, ahora entendida con mucha más seguridad. Nos recibieron con música alegre. Al parecer se trataba de una melodía de bienvenida. A su vez, un grupo de mujeres y jóvenes se manifestaron justo en la entrada de la aduana.

De nuevo, fuimos un foco mediático que se materializó en forma de entrevistas masivas. La temperatura aumentaba, llegando hasta los 43 grados centígrados. Y es que cabe recordar que nos encontrábamos en el Sáhara. En apenas unas horas habíamos pasado de 8 grados a 43, lo que yo llamé el “clima sahariano”. Con ese calor abrasador nos fuimos en los coches rumbo al hotel. Mañana será otro día en Dakhla.

Alex RIBA
Enviado especial a Dakhla

VÍDEO

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