24. Abril 2024

Arxius de #DíaInternacionalcontralaCorrupción | Diari La República Checa

REDACCIÓ9 Desembre, 2020
laia9-1280x1707.jpg

La corrupció és una xacra tan estesa a l’Estat espanyol que la majoria de la població ha acabat assumint-la com a tret característic de l’esfera política i econòmica. I si avui en dia podem dir que aquest Estat sembla podrit de corrupció és per tres elements que es retroalimenten.

En primer lloc, arrosseguem una normalització de les pràctiques corruptes que molt probablement és part de l’herència franquista, com la sacralització de la «unidad del reino» i el Borbó.

A principis d’any, l’organització no governamental Transparència Internacional, que cada any publica un índex de percepció de la corrupció, alertava el govern espanyol del seu nivell greu de corrupció. I és que allò que la població percep no està gens allunyat de la realitat.

El 2016 la CUP impulsava un atles de la corrupció fruït d’un extens treball d’investigació en relació a les 1700 causes obertes en l’àmbit polític i econòmic. A finals de 2018, Els Verds/Aliança Lliure Europea quantificaven en 90.000 milions d’euros anuals el cost de la corrupció. Però xifres com aquestes lluny d’indignar la població acaben sent assimilades gràcies al mantra «tots els polítics són iguals, tothom qui té poder, roba», com si es tractés d’una mena de llei física.

El segon element és que es parla molt de la corrupció, però massa poc de la seva companya fidel i indispensable de viatge: la impunitat. Si bé és cert que s’obren processos judicials, es duen a terme investigacions i fins i tot detencions, la majoria de corruptes ni tornen el que han robat, ni trepitgen la presó o ho fan per molt poc temps, en comparació a la majoria de pobres que omplen les presons espanyoles, el que demostra un biaix clarament classista. I la trista explicació rau en el paper del propi aparell judicial que busca i/o permet una estratègia de dilació planificada perquè al final els casos prescriguin (un exemple clar i proper és el cas del (no)pàrquing Jaume I). I si no és així, arriba el moment desacomplexat dels vergonyosos indults.

Per últim, quan parlem de corrupció pensem en aquelles pràctiques delictives, il·legals, tipificades penalment. Tanmateix, en l’àmbit polític l’hauríem d’entendre com tota aquella conducta i decisió que representa una desviació del deure de servei públic. L’amnistia fiscal aprovada pel PP el 2012 va permetre que «afloressin» i es regularitzessin 40.000 milions d’euros que romanien ocults en paradisos fiscals. Posteriorment, va ser declarada inconstitucional, però en cap cas va comportar cap conseqüència per als més de 30.000 contribuents que s’hi van acollir ni per als càrrecs polítics que la van promoure. Aquest és un cas claríssim de corrupció que no està considerat delicte, però n’existeixen molts més, com l’opacitat, la connivència amb els poders fàctics, el clientelisme subtil i ordinari o el malbaratament de recursos públics en projectes de partit que en cap cas són de ciutat.

Combatre totes les cares de la corrupció i la seva impunitat no és fàcil. És un desgast econòmic, i emocional, que en molts casos comporta vendettes per a les persones o les organitzacions denunciants. Algunes ho sabem del cert perquè ho hem viscut en primera persona. A vegades, algunes de les causes tiren endavant i permeten rendir comptes, obliguen a assumir responsabilitats, però són l’excepció, mai la norma. I tot i així, combatre la corrupció és acte de dignitat i un deure de tothom qui aspiri a construir una societat realment democràtica.

Laia ESTRADA
Regidora de la CUP a l’Ajuntament de Tarragona


REDACCIÓ9 Desembre, 2020
borja_vizcarro.jpg

Cuánto tiempo, ¿verdad? Hacía días que no nos leíamos. Tengo que confesar que echaba de menos ponerme enfrente del teclado y escribirles, hoy en especial en el día contra la corrupción, viendo como en este tiempo marcado por el maldito coronavirus, hay cosas que no cambian. Se habrán dado cuenta de que cada día que abren el periódico, encienden la tele o sintonizan la radio, les cuentan un nuevo caso de corrupción. Y, desgraciadamente, parece que tendemos a tratarlo como normal, incluso parte de la opinión pública lo justifica. ¿A qué se han dado cuenta?

Antes de meterme en terreno pantanoso, mientras escribo estas líneas con el canal 3/24 en bucle, me acuerdo del bueno de Carlos Goñi. Sí, el vocalista de Revólver. Para los que no sean tan fans del rock español, Goñi es una de las grandes voces del género rockero patrio-también uno de los más desconocidos- y entre uno de los temas que suenan en mi playlist de Spotify, Odio. En la letra de esta canción, el artista madrileño se queda a gusto diciendo todo aquello que odia o le provoca aversión.

Pues bien, después de esta confesión musical personal, les voy a decir algo: Odio y me provoca mucha rabia ver cómo cada día sale el político de turno a la palestra, se pone delante de la cámara o el micrófono y nos cuenta la enésima ‘milonga’ para proteger a uno de los suyos e intentar desviarnos del enésimo caso de corrupción de su grupo.

Porque, por desgracia y tal como decía antes, los partidos políticos de este país – también incluyo en este grupo a grandes empresarios y personalidades – por mucho que se les llene la boca a sus dirigentes y representantes – no se escapa ni uno –, todos están implicados en algún caso o tienen cuentas pendientes con la justicia. Da igual que sean de izquierda, de centro o derecha. Todos tienen algún colega, amiguete, familiar que ‘enchufar’ en algún puesto o cargo, incluso acceso prioritario a algún puesto de confianza. Porque, no solo es corrupción echarle mano a la caja, que quieren que les diga.

Y con esto, ¿a dónde quiero llegar? Muy sencillo. Basta ya de justificar o banalizar la corrupción. No podemos quedarnos indiferentes cada vez que nos cuenten un nuevo caso de corrupción. Hay que empezar a exigir y reclamar a nuestros representantes electos, tanto a los que gobiernan, como los que ejercen como oposición; que hagan su trabajo. Francamente, ¿no les parece una vergüenza que se quieran subir los sueldos en plena pandemia? ¿Dónde están esas ayudas que nos prometieron? ¿No iba a quedarse nadie atrás? Tengo la sensación que aquí hay alguien que no está haciendo su trabajo. Y no, no somos los ciudadanos.

Solo hace falta salir a la calle para darnos cuenta de que la cosa está cogiendo un tono muy complicado. Si no somos capaces de dar un paso adelante y empezar a exigirles responsabilidades a aquellos que nos gobiernan y a los que hacen de oposición, estamos normalizando la corrupción. Exijan y critiquen a los políticos, pues forma parte de su trabajo. Solamente así, conseguiremos acabar con la lacra que lastra el país.

Borja VIZCARRO
Periodista


REDACCIÓ9 Desembre, 2020
diego_jutge.jpg

En estos tiempos de zozobra institucional, en los que la confianza de los ciudadanos en los poderes públicos se resquebraja, a lo lejos, está levantada una persiana… y se ve luz. Esa luz que vela, con grandes dificultades, eso sí, por los derechos de los ciudadanos, es la de la ventana de la justicia. Es una suerte de constante, que se repite siempre, y que actúa como la última red a la que acudir cuando ya no queda nada más.

Este país ha vivido los últimos años enfangado hasta la cintura en el barro de una corrupción sistémica y brutal. Mientras algunos se lo llevaban “a manos juntas”, otros han seguido en aquella ventana día tras día. Esos “otros” son los jueces. Y es que en este tiempo no ha habido escándalos de jueces corruptos y, ya se lo digo yo, si los hubiese, lo sabríamos. En un tiempo en el que hasta la hija de un Rey se sentó en el banquillo de los acusados, si hubiese habido jueces corruptos, lo sabríamos.  Los jueces no son superhéroes, sólo son personas normales que, desde aquella ventana, resuelven los problemas de la gente (o, al menos, lo intentan con todas las fuerzas que sus exhaustos medios les permiten).

Los ciudadanos deben estar tranquilos porque su sistema de justicia, a pesar de todo, funciona: cada día se celebran miles de Juicios en los que las partes acaban satisfechas. Hace tiempo salió una encuesta que trataba de medir el grado de satisfacción de los ciudadanos con la Administración de Justicia y las notas más altas las daban aquellos que alguna vez habían tenido que acudir a los Juzgados. Sin embargo, las más bajas las daban los que nunca habían pisado un Juzgado.

Parece que el prejuicio de que “la Justicia no es justa” está instalado en el imaginario colectivo (el resultado de la encuesta hablaba por sí sólo). Sin embargo, los  ciudadanos acuden a la Justicia cuando ya no les queda ninguna otra ventanilla porque, en el fondo, saben que se puede confiar en los jueces. Y es que, mientras siga habiendo luz en la ventana, habrá menos sitio para las injusticias.

Diego ÁLVAREZ DE JUAN
Juez del Juzgado de Instrucción Número 3 de Reus
#DíaInternacionalcontralaCorrupción

 


REDACCIÓ9 Desembre, 2020
viñuales.jpg

Me decía uno de esos hombres sabios que por suerte la vida cruza en tu camino que todo puede y debe evaluarse, cuantificarse y generar estadísticas si quieres hablar en serio de un tema. Siguiendo sus directrices, ¿cómo se cuantifica la corrupción?

España consiguió en el último año mejorar su nota y auparse hasta once puestos en la clasificación del Índice de Percepción de la Corrupción que elabora Transparencia Internacional, en el que obtiene 62 puntos, cuatro más que hace un año, y asciende desde el puesto 41 hasta el 30 de un total de 180 países, aunque sigue por debajo de la media europea, de 66 puntos.

Transparency International España considera que una economía como la española, que se sitúa entre las 15 primeras del mundo, no debería estar por debajo de los 70 puntos en el Índice de Percepción si quiere mantener su imagen y su competitividad.

Y hasta aquí los datos. Ahora pensemos lo que ello significa.

España ha sido y es un país con dirigentes que se han doblegado ante la lacra de confundir lo público con lo privado aprovechando de mil y una maneras su posición de poder para su propio beneficio. Pocas cosas puede haber más deleznables que hacer con el dinero de los demás lo que no harías con el tuyo.

Tarjetas black, 3% (o 5% que decían algunos), urbanismo a la carta, sobornos, tráfico de influencias, financiación ilegal de partidos políticos, cohecho, malversación, fraude, etc. Tantos nombres para lo mismo: hacerse más rico a costa de lo que es de todos o de tu posición para de manera directa o indirecta perpetuarte en ese mismo poder que te permitirá seguir haciéndote rico.

Nada ni nadie escapa a ese cáncer institucional. Recuerdo cuando hablaban del “oasis catalán” como Olimpo donde residían los semidioses dirigentes catalanes alejados de cualesquiera corrupciones a diferencia de la pérfida clase política del resto de España. El resto de la historia ya es archiconocida por todos.

El ser humano es fácilmente corruptible y un vistazo rápido a la Historia de este pequeño Planeta nos lo demuestra, quizás por eso el gran dramaturgo irlandés  George Bernard Shaw dijo aquello de que “Los políticos son como los pañales, deben ser cambiados con frecuencia y por la misma razón”.

Pero algo si ha cambiado estos años. La frívola impunidad de esos corruptos aupados por una ausencia de opinión pública que les hiciese sentir el aliento del castigo futuro en sus nucas, ha desaparecido. Ya no sienten que nada ni nadie puede con ellos. Ya no sienten que viven en otro mundo donde el pueblo, cual borrego, nada puede recriminarle al pastor. Ahora nosotros, “los borregos”, hemos dicho basta.

No podemos asegurar que alguien no se torne corrupto, pero sí podemos decir con firmeza lo que le pasará si sucede… y debe ser un mensaje tan poderoso que les haga desistir antes, mucho antes de ni tan siquiera plantearse traicionar el respeto a la cosa pública.

Y ya que somos herederos de los Romanos, y ellos de corrupción sabían un rato, permitidme acabar con una frase del gran Cicerón que es tan actual en nuestros días como necesaria recordar:

“Servirse de un cargo público para enriquecimiento personal resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable”. (Cicerón. Siglo I AC)

Rubén VIÑUALES
Abogado y portavoz de Ciutadans en el Ajuntament de Tarragona

 


REDACCIÓ9 Desembre, 2020
corrupcio2.jpg

Desde el año 2003 se celebra en todo el mundo el Día Internacional contra la Corrupción, una efeméride creada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), con el objetivo de frenar y eliminar en todos los países miembros los actos de corrupción por parte de aquellos hombres y mujeres que se aprovechan de un cargo de poder para enriquecerse a cargo de los demás.

Según datos de la misma ONU, cada año se pagan aproximadamente un billón de dólares en sobornos, eso sin contar que se calcula que durante el mismo periodo se suelen robar 2,6 billones de dólares mediante la corrupción, esto implica un total del 5% del producto interior bruto (PIB) mundial.

Esta cifra es sobre todo perjudicial en los países en desarrollo, donde el dinero que se pierdes es diez veces mayor al dinero que se dedica para asegurar una calidad de vida acorde a los ciudadanos.

¿Qué es el índice de percepción de la corrupción (IPC)?
El índice de percepción de la corrupción (IPC), es una valoración que realiza un grupo de expertos a través de encuestas a la población, para saber la percepción que tiene la gente con respecto a los niveles de corrupción de sus gobernantes o el sector público en general.

La escala de evaluación va desde 0 que indicaría un alto nivel de corrupción a 100 que representa muy bajos niveles de corrupción.

En el 2018 los países cuyo índice era mayor fueron Dinamarca y Nueva Zelanda con una calificación de 88 y 87 respectivamente, lo que los cataloga como los países más limpios del mundo en cuanto a actos corruptos.

En la cara opuesta se encuentran Afganistán, Corea del Norte y Somalia, los tres con una calificación de 8 que los transforma en los países más corruptos del mundo.

Principales consecuencias de la corrupción

  • Impunidad
  • Altos niveles de criminalidad
  • Bajo niveles educativos
  • Poca inversión extranjera
  • Pocos puestos de trabajo debido a la excesiva burocracia a la hora de montar un negocio o una empresa
  • Poca seguridad jurídica
  • Mayor corrupción
  • Perpetúa el modelo de subdesarrollo

¿Cómo celebrar el Día Internacional contra la corrupción?
Una de las mejores formas de celebrar este día es transformándonos en portavoces del cambio. La corrupción es algo que se puede afianzar en la cultura de una sociedad, pero también puede ser erradicada.

El mejor mecanismo es penalizar de forma severa este tipo de actos, garantizar la independencia de los poderes jurídicos y establecer pautas morales como la honradez dentro de la educación de los ciudadanos.

Así que este 9 de diciembre estais invitad@a a compartir este tipo de reflexiones con vuestras familiares, amig@s y colegas, pero sobre todo con el mundo por medio del hashtag #DíaInternacionalcontralaCorrupción.

PUBLICITAT