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Siempre he sido un gran fan de los Legos, estos juguetes basados en construir con pequeños bloques. Cuando era pequeño, me encantaba construirlos y jugar con ellos una vez terminados. Recreaba escenas de mis películas favoritas de El señor de los anillos o Harry Potter, e incluso reinventaba aquellas partes que no me gustaban tanto. A menudo se asocian estos productos con la infancia, y es que son un excelente juguete. Aun así, te recomiendo que le eches un vistazo al catálogo de Lego y me digas si no hay al menos un set que te gustaría montar para decorar tu casa o descubrir los secretos que esconde.
Después de muchos años sin montar un Lego, adquirí un par de ellos por Navidad. Por cierto, siguen siendo igual o incluso más caros que en mi niñez. Aun así, el gusano de la nostalgia me picó bien fuerte con emociones que ya casi ni recordaba, y no pude evitar darle al botón de compra. El hecho de montarlos y desconectar durante horas hizo darme cuenta del poco tiempo que nos damos para reflexionar y estar solos con nosotros mismos.
Siempre estamos ocupados con algo. El trabajo es la obligación más obvia, aquella que no podemos evitar, pero hasta fuera de él nos sometemos a un estrés continuo. Y es que -en muchos casos- hemos convertido nuestros pasatiempos en obligaciones. ¿Quién no ha empezado un deporte como un hobby y ha acabado cansándose de la monotonía u obsesionándose con estar en forma y competir?
Sin embargo, cuando uno construye un Lego encuentra tranquilidad, un momento para pensar en los detalles del día a día. Y es así como descubrí que me sigue apasionando darle vida a un montón de piezas que juntas forman algo con sentido. Tire por sets adultos, y compré un restaurante de fideos y el Santuario del Doctor Strange. Recientemente, he visto ambas películas de este superhéroe, y no pude evitar querer tener su hogar.
El nivel de detallismo es sorprendente. Con las minifiguras y los recovecos del Santuario pueden recrearse infinidad de escenas. Nada más terminar la construcción, no pude resistirme a sacar un par de fotos de estilo cinematográfico. Además, es un tipo de Lego que sirve como decoración. De hecho, en los últimos años la marca danesa se ha centrado en fidelizar el público adulto.
Desde tus coches favoritos hasta monumentos icónicos a nivel mundial, Lego ofrece productos que pueden servir de decoración y que -sin duda- disfrutarás montándolos. Desde un club de jazz a una plaza con una peluquería y una cafetería, hasta un Ford Mustang, o incluso el Coliseo o la Torre Eiffel. Como novedad, la compañía está impulsando una nueva gama de flores hechas de Lego. Además, y lo digo por experiencia propia, también se pueden montar entre dos o tres personas.
En definitiva, una vez más hay que dejar los prejuicios a un lado. Los Legos no son solo para niños y niñas. Y si no me crees, echa un vistazo a su tienda y comenta si ninguno te ha llamado la atención. Como siempre, hay algo que no cambia: ¡Sus desorbitados precios!
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