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Jesús Arjona es uno de los grandes activos culturales de Tarragona. Coleccionista y comisario de arte, conversamos con él de una forma más cercana y próxima, para analizar qué supone el hecho de poder dedicarse al mundo del arte, en una época un tanto convulsa y a pesar de su juventud. Arjona nos explica su visión del arte africano, como le fascinó desde que era un niño, sus primeros movimientos en las subastas, el factor suerte y la esperanza de que Tarragona acabe apostando por el arte tribal y que no sea una cosa temporal. Con ustedes, Jesús Arjona.
¿Quién es Jesús Arjona?
Pues Jesús es un joven de Tarragona, de 26 años, dedicado en vida y pasión a las artes tribales y con un presente activo en el mundo del deporte.
No tienes una formación ‘artística’.
Soy historiador y tengo una formación como gestor cultural, pero no soy artista.
Más bien un coleccionista de arte.
Sí, soy un coleccionista, relacionado con el mundo del arte, un comisario que expone.
Este interés por el arte, ¿es una cosa que te viene desde pequeño?
Yo empecé a ser ‘coleccionista’ con nueve años, compré mi primer objeto aquí en Tarragona. Lógicamente, ese objeto, con nueve años, era un juguete. Ya con los años este interés avanza, me introduzco poco a poco en el mundo de las subastas, un mercado totalmente diferente, que me permite comprar objetos de mayor calidad. Ahora me abro a otros continentes como la mascara que he traído para la entrevista que es de Indonesia, Java, que procede de la casa de subasta ‘Sotheby’s’.
¿Cuándo empiezas a acceder a este tipo de subastas?
A partir de los dieciocho o diecinueve, con mis primeros sueldos, accedo a este tipo de subastas para adquirir objetos de mayor valor. Antes tiraba de las pagas (risas). Mi primera obra me costó 20 euros. Por ese precio ahora no compro ni un soporte…
Desde muy pequeño me sentí atraído por la ‘llamada’ de África. Yo quiero transmitir esa fuerza.
Para los que no pertenecemos a este mundo. ¿Hay que tener mucho capital, para ser coleccionista?
Si tienes claro qué es lo que quieres hacer, no. Si te encaprichas y vas a por un objeto concreto, sí hay que tener mucho capital. Mi caso no es este. Yo soy un trabajador, un coleccionista que expone su colección para dar a conocer un mensaje concreto. Al fin y al cabo, yo soy un trabajador, con un sueldo no muy elevado. Hay que saber moverse en las subastas, también tener un poco de suerte. Yo juego mucho con la suerte. Estoy consiguiendo objetos muy buenos. Pero hay que admitir que hay días en los que no se consigue nada, y, en cambio, otros que sí.
En este momento de ‘crisis’ mundial. Explícanos cómo es el mundo de la subasta.
Ahora mismo sí que es cierto que es difícil poder conseguir objetos de gran calidad. No se encuentran así como así. También es evidente que la crisis está afectando mucho al sector y hay gente que se arruina y se tiene que desprender de objetos que se compran por un precio muy inferior al de su valor. También existe la otra parte, la de personas con dinero que pueden comprar este tipo de objetos -en muchos casos para limpiar capital o ‘invertir’- También está pasando que las instituciones públicas entran en las pujas a comprar obras de arte.
¿Es un mundo oscuro el de las subastas, como se puede imaginar la gente?
No (risas). Todo está muy claro. Al final las subastas son públicas. No hay nada que no sea transparente. No hay nada oscuro. Parece morboso, pero no lo es.
¿Qué buscas transmitir exponiendo tu colección?
Parto de la base de que, sin ser africano, vivo este arte con mucha pasión, como si formase parte de mi cultura. Desde muy pequeño me sentí atraído por la ‘llamada’ de África. Yo quiero transmitir esa fuerza. Desde pequeño, como siempre digo, siempre he coleccionado, como decían otros “muñecos de negros”. Y se me echó en cara. Ahora, con una visión totalmente diferente, empiezo a entender las cosas de forma diferente. Quiero transmitir toda esa fuerza y riqueza cultural, con mis posibilidades y obras de arte y romper con el modelo europeo. Dentro del continente africano también hay obras maestras, al fin y al cabo son 54 países y cada uno tiene su obra maestra. Bajo el prisma del arte europeo no se suelen tener en cuenta, pero existen y están al mismo nivel de importancia que el resto. Mi finalidad es normalizar todo el arte africano en la sociedad.
¿Y cuáles son las sensaciones del público, vienen abiertos a las exposiciones?
Todo depende del lugar donde te encuentres exponiendo. Sí que es verdad que aquí en Tarragona, gracias a un trabajo de divulgación de las Áfricas, sí que hay más obertura de mente que en otras poblaciones, donde este arte se sigue viendo como “cosas de las máscaras y de las estatuas”.
El sistema educativo no pone en valor el arte de otras culturas, desde primaria hasta el bachillerato.
¿Algo como de las colonias?
Sí, incluso con ese punto de souvenir o recuerdo de un viaje. Hay que romper con esto. Sí que es verdad que la gente que viene a las exposiciones viene abierta, gracias al morbo que tuve al inicio (ver sección ‘Las máscaras de Jesús Arjona’) y que gracias a ello se aficionaron a este tipo de arte.
Hablas del público de Tarragona. ¿Es más abierto?
No lo definiría así. Algunos sectores de la población sí que se muestran más abiertos, pero es un poco cerrado (ríe). Si nos comparamos con París o Barcelona, ciudades donde me he movido últimamente, hay mucha más multiculturalidad y diversidad. En Tarragona, a pesar de que se están haciendo pasos importantes, el público es más cerrado. No hay que olvidar que el arte con el que trabajo también es arte clásico, igual que el europeo.
¿Crees que el problema es la falta de conocimiento en la educación?
Todo esto es porque el sistema educativo no pone en valor el arte de otras culturas, desde primaria hasta el bachillerato. Este es el principal problema para que no se tenga este respeto o interés hacia el arte de otros continentes.
Si ya cuesta valorar el patrimonio clásico de esta ciudad, entiendo que el arte africano, si hay faltas en las bases educativas, estudiando solo una parte, se pasa por encima.
Se pasa totalmente por encima. La línea de las corrientes artísticas del siglo XX se centra en dar importancia a la persona blanca, sobre el resto de culturas, no solo la africana. Es el principal problema que tenemos. No hemos tenido una historia colonial -también la nuestra es muy oscura y con episodios muy denunciables- que sí que han tenido otros países que sí que lo valoran más, como Francia o Bélgica. Pero aun así, no se ha dado a conocer este tema en la educación de este país.
Necesitamos una continuidad para poder normalizar el arte y las culturas de otros continentes
¿Tarragona es una ciudad que ayuda a todo este tipo de iniciativas artísticas?
Yo siempre he trabajado en el sector privado. Tarragona ha abierto las puertas al arte tribal, a través de la concejalía de Comercio y la iniciativa ‘Africa’t’, donde en la calle se pudieron ver en los escaparates obras de arte tribal. Pero ha sido algo temporal. Es algo que funciona, pero deberíamos ir más allá. Hablo de una exposición permanente, o un espacio donde se pueda acudir más allá del patrimonio clásico de la ciudad.
¿Es una apuesta temporal? ¿Falta continuidad?
Se apuesta en el momento. No falta iniciativa, falta continuidad. Yo no puedo vivir de un acto o una fecha concreta. Necesitamos una continuidad para poder normalizar el arte y las culturas de otros continentes, no solo remando hacia mi casa. Necesitamos espacios o lugares que apuesten por este tipo de iniciativas. Tenemos un potencial turístico y patrimonial espectacular y que no se ha aprovechado. No podemos compararnos con París, pero nos podemos inspirar en este tipo de iniciativas, a través de la permanencia y no exposiciones fugaces.
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