28. Març 2024

Ballesteros, Ricomà i Viñuales: ‘Ménage à trois’ imposible o cuando tres son multitud

Josep Félix Ballesteros nació en 1959, año en que Franco inauguraba el Valle de los Caídos, ETA nacía como organización terrorista y gobernaban el planeta personajes como Krushev, Eisenhower o el Papa Juan XXIII; así era el mundo que vio nacer al actual alcalde.

Ballesteros ingresó en la nómina municipal como concejal en 1987, con Reegan y Gorbachev negociando vaya usted a saber qué, Hernández Mancha lideraba el PP y ETA atentaba en Hipercor. Prácticamente todos los políticos de su generación, la de los 80, la del Optalidon, están, como las famosas grajeas, fuera de circulación política, mientras Ballesteros sobrevive como un Dorian Grey. Ballesteros es nuestro Antonio Alcántara local, que de tanto prodigarse y eternizarse, es como de la familia.

Pau Ricomà nace en 1957, año en que sale a la venta el primer 600 y es casi coetáneo de Ballesteros. Su llegada a la política municipal le llega a tan solo unos años de la prejubilación, pero entra con ganas juveniles y aspiración de repetir, cosa que le ocurrirá el próximo año, contando 62 inviernos, a tres de “tener todo el tiempo por delante”, como gritaba el inefable Pepe Rubianes desde alguno de los tantos escenarios que pisó.

Si Ballesteros es psicopedagogo, Ricomà es filósofo y psicólogo. Ambos provienen académicamente del romanticismo universitario de la transición y han acabado dedicándose profesionalmente a la política municipal, que es lo más parecido a una evolución cruzada y metamórfica de sereno y pregonero.

Ambos, Ballesteros y Ricomà, tienen muchos puntos de encuentro en su currículum vital y en su proceso personal de formación como políticos. Sus personalidades y caracteres también muestran evidentes intersecciones. Y a pesar de las gestionables diferencias ideológicas, su convivencia en el consistorio ha sido como un “first day” con bolas sorpresa. Hay “feeling” y ellos lo saben. Es más, en un remoto artículo de esta sección, un programa informático ya predijo que de entre los políticos del consistorio, los dos con mayor compatibilidad de pareja eran Ballesteros y Ricomà.

Finalmente, el tercero en discordia, Rubén Viñuales, nacido en el cercano 1983, unos 25 años más tarde que sus dos “colegas”. Viñuales es, como se diría en términos rurales, un mancebo en la política: animoso, ansioso y con desparpajo, pero generacionalmente a años luz de los otros dos. Viñuales se pretende torero, pero torear, lo que se dice torear, en plaza grande, lo hará en las próximas municipales, ya sabiéndose aspirante al sillón de honor consistorial.

Viñuales es abogado -carga el paquete profesional al lado penalista-, es autónomo y, por lo tanto, en las antípodas de la vocación de funcionario público -que no es lo mismo que tener vocación política-, circunstancia que le aleja tanto de Balllesteros como de Ricomà, que sí tienen en su discurso ese don especial que Larra inmortalizaba con aquel “vuelva usted mañana”. La compatibilidad de Viñuales con Ballesteros o con Ricomà es remota. Pese a todo, entre ellos tres andará la próxima vara de mando de alcalde. Hagan sus apuestas.

La Huella de James Font

 

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